Cuanto más leo sobre la insostenibilidad del sistema de
salud español, más se me abren los ojos ante la falacia de ciertos argumentos.
“El gasto en salud representa más del 9% del PIB español”
dice Francisco Longo en su artículo El sistema público de salud ante cambios profundos
y procede a justificar los recortes presupuestarios y fuentes de financiación
adicionales a través de la imposición de cobro de servicios públicos.
Para mí, la pregunta fundamental es la siguiente: ¿El
porcentaje de gasto en salud es tan alto porque gastamos demasiado o porque el
PIB es muy bajo?
¿Cuándo va a salir algún economista que nos explique cómo el
incremento de la producción, el aumento del poder adquisitivo del ciudadano de
a pie y la eliminación del dinero negro aumentarían el PIB con lo que el
porcentaje de gasto en salud se convertiría en algo perfectamente asumible e
incluso resultaría barato?
Por supuesto que hay mejoras que se deben hacer. El sistema
perfecto no existe. Pero me parece inadmisible que se haga una política de
recortes sanitarios y de contracción de las economías domésticas cuando se
tendría que hacer una política de incrementar la capacidad de consumo de la
gran masa de ciudadanos que son los que sostienen la economía.
En vez de recortar los sueldos y fomentar la precariedad del
puesto de trabajo a través de políticas tendentes al despido libre y gratuito,
se debería buscar la forma de fomento de la productividad a través de un
sistema de incentivos que estuvieran dentro de la nómina y, de ese modo, se
pudieran gravar con los impuestos existentes en vez de crear impuestos nuevos o
más altos para ingresos cada vez más exiguos.
Se debería acabar con todo ese movimiento de dinero que sólo
sirve para disminuir el pago de impuestos y que tiene la forma de cheques de
comida y otras “prebendas” que, en realidad, son pan para hoy y hambre para
mañana en lo que al trabajador se refiere.
Disminuir en 600 millones la inversión en investigación es
disminuir la capacidad que tienen los investigadores españoles de acceder a las
ayudas europeas de la estrategia Europa 2020 (heredera de la fracasada
Estrategia de Lisboa). Esos fondos europeos están destinados a crear empleo a
través del crecimiento y el aumento de la capacidad tecnológica. Y uno se
pregunta: ¿para qué quiero invertir en conseguir posicionar los avances
españoles dentro de 10 años cuando puedo “ahorrarme” 600 millones de forma
inmediata? ¡Pues porque esos 600 millones son dinero que se mueve dentro de
nuestra economía, no se desmaterializa en las probetas! Porque están sacando
600 millones de euros de la circulación y creando la caída de muchos millones
más porque habrá estructuras costosas infrautilizadas, científicos que cobrarán
el paro y cientos de puestos indirectos de trabajo que van a pagar las
consecuencias.
¿Pero en qué universidades han estudiado esos economistas
fantásticos que ven en la destrucción del estado de bienestar y en esquilmar
los recursos económicos de las economías familiares la solución para la crisis
creada por la banca y los mercados financieros?
Seré un ignorante en materia económica, pero la “cuenta de
la vieja” es bastante segura. Si le quitas a la gran masa de la población los
recursos de que dispone, te va a dar igual avalar a los bancos por 100.000 millones porque cada día seguirá
aumentando el número de personas que no podrán pagar ni sus hipotecas ni sus
créditos y las cuentas corrientes de los pequeños ahorradores se irán
adelgazando hasta desaparecer.
El único párrafo del artículo de Francisco Longo con el que
no me metería hasta la saciedad es el último y lo respaldo con las reservas
propias al miedo a lo que pueda esconder:
“Hacer sostenible el
sistema obliga, además, a invertir en gestión. Habrá que conseguir mejoras
contundentes de eficiencia y productividad, implantar una firme disciplina
presupuestaria y asumir una estrategia de cambio de modelo, en la que las
orientaciones del gasto público apuntan a: a) un mayor peso de las políticas
preventivas y de salud pública; b) un incremento del peso de la atención
primaria y la medicina generalista como puertas de entrada al sistema; c) una
atención prevalente al tratamiento de las enfermedades crónicas y la calidad de
vida de la población; d) el uso creciente de la colaboración público-privada; y
e) políticas que estimulen la responsabilidad de los ciudadanos sobre su salud.”
El gasto nuestro en Sanidad no es el 16% que tienen en EEUU donde 50 millones de personas no tienen cobertura sanitaria.
ResponderEliminarSi lo que pretendemos es ser como ellos, hemos comenzado el camino.