lunes, 2 de enero de 2012

Ajustes presupuestarios como solución a la crisis


Cuanto más leo sobre la insostenibilidad del sistema de salud español, más se me abren los ojos ante la falacia de ciertos argumentos.

“El gasto en salud representa más del 9% del PIB español” dice Francisco Longo en su artículo El sistema público de salud ante cambios profundos y procede a justificar los recortes presupuestarios y fuentes de financiación adicionales a través de la imposición de cobro de servicios públicos.

Para mí, la pregunta fundamental es la siguiente: ¿El porcentaje de gasto en salud es tan alto porque gastamos demasiado o porque el PIB es muy bajo?

¿Cuándo va a salir algún economista que nos explique cómo el incremento de la producción, el aumento del poder adquisitivo del ciudadano de a pie y la eliminación del dinero negro aumentarían el PIB con lo que el porcentaje de gasto en salud se convertiría en algo perfectamente asumible e incluso resultaría barato?
Por supuesto que hay mejoras que se deben hacer. El sistema perfecto no existe. Pero me parece inadmisible que se haga una política de recortes sanitarios y de contracción de las economías domésticas cuando se tendría que hacer una política de incrementar la capacidad de consumo de la gran masa de ciudadanos que son los que sostienen la economía.

En vez de recortar los sueldos y fomentar la precariedad del puesto de trabajo a través de políticas tendentes al despido libre y gratuito, se debería buscar la forma de fomento de la productividad a través de un sistema de incentivos que estuvieran dentro de la nómina y, de ese modo, se pudieran gravar con los impuestos existentes en vez de crear impuestos nuevos o más altos para ingresos cada vez más exiguos.

Se debería acabar con todo ese movimiento de dinero que sólo sirve para disminuir el pago de impuestos y que tiene la forma de cheques de comida y otras “prebendas” que, en realidad, son pan para hoy y hambre para mañana en lo que al trabajador se refiere.

Disminuir en 600 millones la inversión en investigación es disminuir la capacidad que tienen los investigadores españoles de acceder a las ayudas europeas de la estrategia Europa 2020 (heredera de la fracasada Estrategia de Lisboa). Esos fondos europeos están destinados a crear empleo a través del crecimiento y el aumento de la capacidad tecnológica. Y uno se pregunta: ¿para qué quiero invertir en conseguir posicionar los avances españoles dentro de 10 años cuando puedo “ahorrarme” 600 millones de forma inmediata? ¡Pues porque esos 600 millones son dinero que se mueve dentro de nuestra economía, no se desmaterializa en las probetas! Porque están sacando 600 millones de euros de la circulación y creando la caída de muchos millones más porque habrá estructuras costosas infrautilizadas, científicos que cobrarán el paro y cientos de puestos indirectos de trabajo que van a pagar las consecuencias.

¿Pero en qué universidades han estudiado esos economistas fantásticos que ven en la destrucción del estado de bienestar y en esquilmar los recursos económicos de las economías familiares la solución para la crisis creada por la banca y los mercados financieros?

Seré un ignorante en materia económica, pero la “cuenta de la vieja” es bastante segura. Si le quitas a la gran masa de la población los recursos de que dispone, te va a dar igual avalar a los bancos por  100.000 millones porque cada día seguirá aumentando el número de personas que no podrán pagar ni sus hipotecas ni sus créditos y las cuentas corrientes de los pequeños ahorradores se irán adelgazando hasta desaparecer.

El único párrafo del artículo de Francisco Longo con el que no me metería hasta la saciedad es el último y lo respaldo con las reservas propias al miedo a lo que pueda esconder:

Hacer sostenible el sistema obliga, además, a invertir en gestión. Habrá que conseguir mejoras contundentes de eficiencia y productividad, implantar una firme disciplina presupuestaria y asumir una estrategia de cambio de modelo, en la que las orientaciones del gasto público apuntan a: a) un mayor peso de las políticas preventivas y de salud pública; b) un incremento del peso de la atención primaria y la medicina generalista como puertas de entrada al sistema; c) una atención prevalente al tratamiento de las enfermedades crónicas y la calidad de vida de la población; d) el uso creciente de la colaboración público-privada; y e) políticas que estimulen la responsabilidad de los ciudadanos sobre su salud.

1 comentario:

  1. El gasto nuestro en Sanidad no es el 16% que tienen en EEUU donde 50 millones de personas no tienen cobertura sanitaria.
    Si lo que pretendemos es ser como ellos, hemos comenzado el camino.

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